Por Alejandro Sciscioli

A comienzos de enero se publicaron en este portal las impresiones que fui teniendo a lo largo de una maravillosa cata vertical en la cual brilló Luigi Bosca Ícono, que se realizó en diciembre en el Sheraton Hotel con la participación estelar de Alberto Arizu (h), uno de los principales directivos de la centenaria bodega argentina.

Pero claro, un día antes tuve la oportunidad de sentarme a charlar un largo rato con Arizu, quien dejó una serie de impresiones y conceptos verdaderamente interesantes sobre la filosofía de Luigi Bosca, su trayectoria empresarial y cómo ve el futuro de la viticultura argentina.

Primeramente di las gracias a Arizu por haber sido elegido para representar a Paraguay en la gira organizada en febrero de 2014 por Wines of Argentina, en la que pude recorrer diversas zonas productoras y ser veedor internacional de los Argentina Wine Awards. Es que el ejecutivo es también miembro del consejo directivo de la sociedad que reúne a las empresas exportadoras de vino en el vecino país. Y, luego, entramos de lleno en una charla muy interesante.

Arizu es la cabeza comercial de la emblemática Bodega Luigi Bosca, una de las casas vitivinícolas más prestigiosas de Argentina cuyos 115 años de vida la ubican entre las 80 compañías del país con más de un siglo de historia ininterrumpida. Esta aún más rica por ser familiar, siendo Alberto (h), de 44 años, su cuarta generación.

LA EMPRESA FAMILIAR. Bien se podría pensar que Bodega Luigi Bosca es su herencia. Pero Alberto ingresó al ámbito empresarial familiar sin presiones. Se incorporó allá por el año 1992, con 22 años de edad, tras haber estudiado en EEUU Administración de Negocios y Economía.

“Mi padre nos educó tanto a mí como a mis hermanos con la libertad para estudiar lo que nos gustaba. Tengo un hermano Ingeniero Civil y otro licenciado en Comercio Internacional. Cada uno buscó sus áreas de interés”, explica y se lamenta que ninguno fue ingeniero agrónomo como su padre. “Por ahí uno se puede poner a pensar ‘bueno, qué mal’, pero en definitiva nuestro padre nos dio la libertad de poder desarrollarnos como personas y profesionales en las actividades que más nos gustaban. Obviamente en el vino hay cabida para todos y cada uno en lo suyo”, aclara.

Pero en realidad “esto lo mamás desde chico. El vino no es como otros negocios, tenés una sensibilidad, y de alguna manera te llega: o desde un punto de vista del negocio o desde la agricultura, o desde el enológico. Son distintos accesos por donde amás el vino. Para mí fue un ingreso natural”, explica.

Trabajar en una compañía familiar tiene cosas buenas “y no malas, sino desafiantes, como cualquier otra compañía”, asegura Alberto, quien agrega que la presión siempre está y hay que solventarla. Cuando uno se enoja lo hace con algún familiar, perdiéndose un poco la objetividad de  las opiniones, pero no más que en otras compañías. “No lo veo como algo tan distinto. Sí veo un placer enorme en poder compartir con tus afectos. Es un negocio que es bueno compartirlo, porque el negocio del vino es bastante distinto y une”.

IDENTIDAD. Alberto recuerda que el vino es uno de los negocios más competitivos del mundo, por la cantidad de marcas, calidades, oferta, novedades, desarrollos, etc. Sin embargo, esta bodega sabe ser dueña de una marca con más de 100 años, guardando en sus etiquetas los valores inculcados por la primera generación y respetados por las siguientes, dice.

Pero no se quedan en la historia, y asegura que hay innovaciones que requieren tiempos de experimentación y desarrollo para “ser concebidos con los valores de mis padres, mis abuelos, mis ancestros”, resalta Alberto.

El foco de Luigi Bosca ha sido siempre la producción de vinos de alta calidad enológica, algo de lo que nunca se apartó “ni un centímetro”. Arizu destaca que aún cuando la industria vitivinícola argentina se expandía, la bodega nunca perdió su foco, ni siquiera cuando en el mismo país hace 3 o 4 décadas se consumían 90 litros de vino per cápita “y daba para vender cualquier cosa”. “Nosotros éramos una compañía minúscula porque nos dedicábamos a una porción de mercado minúsculo”, resalta.

Eso marcó su historia y con los años la bodega creció al ritmo del mercado para vino de calidad. Además, este crecimiento se vio acompañado por una activa tarea educativa: “Hemos invertido tiempo, esfuerzo, dinero, de todo, para tener consumidores capacitados, que puedan apreciar un gran vino”.

LA BODEGA, HOY. Arizu cuenta qué labores han entretenido a su bodega los últimos años. Por un lado, el desarrollo de blends, “algo que nos apasiona: mostrar la destreza para combinar más de dos variedades y poder generar conceptos de vinos totalmente nuevos y únicos”. Por otro, han trabajado mucho lo que a su parecer es el futuro de Argentina: identificar los terruños de un país tan vasto, con una extensión de viñedos importante, muchas latitudes, muchas altitudes, suelos, todas variables de impacto sobre la calidad del vino. “Tenemos ciertas condiciones que hacen un país productor de excelente calidad en casi todas sus regiones vitivinícolas”.

Así, las variedades se expresan diferentes en función de la diversidad extraordinaria de terruños que existen en Argentina, “y Luigi Bosca lo aprovecha”. En 2013 lanzó 3 vinos que siguen la idea, con variedades muy queridas para la bodega: un Malbec, originario de Luján de Cuyo, cuna del Malbec en Argentino; un Pinot Noir, variedad a la que ha dedicado muchísimo tiempo, sacrificio, investigación; y una variedad “algo increíble”, la Riesling, “de la que probablemente hay pocas en el mundo que se expresen de forma tan distinta dependiendo del terroir donde nace”.

Alberto destaca asimismo que la producción de Luigi Bosca se hace casì exclusivamente en la provincia de Mendoza. Aquí  posee 7 viñedos: 4 en la región de Luján de Cuyo, en las zonas de Vistalba, Carrodilla, La Puntilla y Las Compuertas; 2 en Maipú, uno en la zona Paraíso y otro en la de Barrancas;  y el último en Valle de Uco, en la zona de Miradores, Tunuyán. Fuera de Mendoza solo poseen viñedos en la provincia de Salta, exclusivamente para cultivar la variedad Torrontés.

MALBEC, ¿Y DESPUÉS? La charla siguió sobre un tema recurrente cuando me toca conversar con productores argentinos. ¿El Malbec ha llegado a su techo? ¿Hay espacio para seguir desarrollándolo? ¿Qué viene después? “La verdad que es difícil predecirlo”, dice al contestar cuál cepa podría ser la sucesora del Malbec. Aunque asegura que hay Malbec para rato.

Al mismo tiempo dijo que está “muy bien” que en otros lugares del mundo se cultive la cepa insignia argentina. “Australia está plantando Malbec, Francia otra vez intentando cultivarlo… Lo mismo ocurre en Toscana (Italia) y Seatle (EEUU). O sea que el Malbec, el argentino, ha sido bueno para la variedad en sí. Pero la variedad en sí, las condiciones que logró en determinados lugares en Argentina ha hecho que la gente pueda disfrutar de vinos altísimamente sofisticados”.

Y cree que esa misma sofisticación pueden aportar en Argentina la Cabernet Sauvignon y la Cabernet Franc. “Nuestros Cabernet, tanto Sauvignon como Franc, son menos herbáceos y piracínicos que lo que comúnmente uno reconoce como factores aromáticos del Cabernet. Si uno analiza los factores aromáticos de los Cabernet chilenos o los americanos, por ejemplo, son generalmente mucho eucalipto, muchas notas verdosas que en general no son tan seductoras”, apunta, y destaca que cuando los aromas herbáceos son demasiado dominantes, entonces son ivasivos.

“En Argentina, al menos el estilo de los Cabernet nuestros de Luigi Bosca, son vinos de mucha fruta negra y roja, que  tienen casi nada de herbáceos; son vinos tremendamente seductores y sofisticados, y a su vez son variedades que en el mundo entero están consideradas entre la elite del Cabernet”, apunta con orgullo.

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(N. de la R.)
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