Por Tito Caro
Tengo un amigo teólogo que defiende la siguiente tesis. Los pecados de esquina son más graves porque en una esquina, se delimitan de forma clara, dos caminos, dos direcciones, dos destinos. Dos elecciones, una de ellas llevaría al pecado. Mi amigo teólogo ríe de su misma ocurrencia aunque sepa yo que lo chistoso está en su risa y no en la parábola que esconden, la risa y las palabras.
Recordé al amigo al entrar al Lido Bar, una mañana templada para encontrarme con un sándwich de verdura que había prometido ver. Nos habíamos dado una cita informal, las verduras metidas en pan me habían dicho que cuando estuviera por el centro, cuando tuviera ganas de cosas frescas, cuando quisiera apartarme de rincones temibles, pasara por la esquina, entrara a la casa para encontrar felicidad. Fue lo que hice, lector que me sigues. Entré al Lido, presenté mis credenciales de comensal, trámite sencillo que se consigue con simplemente ocupar un asiento en la barra y pedí ver a quien había venido a ver.
Te cuento que no era la primera vez que me encontraba con el sándwich, ya lo había aplaudido en otras ocasiones. Cuando llegó, reconocí la esencia, pude ver el alma de la especie. No entablé conversación inmediata, observé el plato en silencio, para sorprender la obra de arte antes de la entrega. Te cuento algo: el sándwich de verdura es una ser de dimensiones poco comunes. Se presenta alto, robusto, organizado. Nada está fuera de lugar. Dirás que tanta organización puede empañar el alma del artista. Admito tu razón, en principio, digo que te engañas, en este caso. La organización es vestimenta circunstancial que sujeta al conjunto antes que cada elemento se de en espectáculo.
La verdura metida en el sándwich ya no era suma de individuos verdes. Se había trasmutado en ser único que era otra cosa que los elementos de un conjunto.
Tiempos después el plato se volvió vacío. Compañeros de barra, entraban, salían, los platos iban, venían. La atención del Lido es expeditiva y a nadie se deja esperar. Esperaba yo y creo que era el único. No esperaba que vinieran a verme, no esperaba que trajeran la cuenta. Esperaba quedarme solo, una vez más, alejado de las circunstancias que todavía me atajaban al plato, vacío de materia, colmado de duende. Esperaba el olvido de lo que había sido mi encuentro con el sándwich. Para salir, para sentirme en una esquina, para seguir algún camino sin el reproche chistoso de mi amigo teólogo. Que en esta esquina particular, la esquina del Lido Bar, se hace substancia plena para los pecados del goce.
-------
(N. de la R:)
Este comentario ha sido publicado originalmente en el perfil que Tito Caro posee en Facebook y fue replicado en este espacio con su consentimiento.
Tito Caro y una visita cuasi religiosa al Lido Bar
El decano de la prensa gastronómica paraguaya visitó esta vez uno de los sitios más tradicionales de Asunción. Hacé clic y leé una de las historias más inspiradas de este enigmático personaje.
Abril 03, 2015