Por Alejandro Sciscioli
En el artículo Así inició el Wine Lovers Tour Napa Valley 2016, publicado en este portal hace unos días, comentaba todos los detalles de lo que fue el inicio de un viaje de ensueño por esa zona del mundo, cuyos vinos van ganando merecida fama. Así, en un apretado relato intenté resumir lo mejor posible los dos primeros días del periplo, en los cuales intentamos descubrir la ciudad de San Francisco, y la posterior llegada a la región vitivinícola en cuestión.
En esa jornada inaugural recorrimos las bodegas Stags Leap, Etude y Black Stallion. Y el broche de oro lo tuvimos por la noche, cuando visitamos The French Laundry, el famoso restaurante capitaneado por el no menos famoso chef estadounidense Thomas Keller.
Así, cumpliendo la promesa realizada al final de la primera crónica, continúo detallando las vivencias del viaje dando un pormenorizado relato de todo lo que allí ocurrió.
Claro, al mencionar el nombre de Thomas Keller estoy seguro de que cualquier foodie que se precie levantará una ceja y prestará mucha atención a lo que se diga a continuación. No es para menos: se trata de un cocinero con una enorme reputación, padre de un emporio gastronómico que incluye marcas tan famosas como Per Se, Ad Hoc, Bouchon Bistro, Bouchon Bar, Bouchon Bakery, Bouchon Bakery & Café y, claro, su caballito de batalla The French Laundry, ubicado en la región estadounidense de Napa, más exactamente en la ciudad de Yountville.
Unas semanas antes de subir al avión ya habíamos previsto la reserva. Así que, al llegar a la hora señalada, puntualmente llegamos a la fachada de este sitio que fue incluido en 13 de los 14 listados en los cuales la revista británica Restaurant destaca a los 50 mejores del mundo.
Pero en esto hay que ser precisos: solamente en 2011 no figuró. ¿En los demás años? En 2002, cuando se prublicó el primer ranking, estuvo en el puesto 3 de los 50 mejores. Luego, en 2004 y 2004, primero; en 2005 volvió a la tercera ubicación y, en los años 2006 y 2007 en el cuarto lugar, cayendo un sitio en 2008, cuando se ubicó en el quinto lugar.
En 2009 figuró en el puesto 12; en 2010, en el 32; en 2012 en el 43; en 2013, en el lugar 47; en 2014 en el 44; y en 2015 en el lugar 50. Vale aclarar que la lista 2016 aún no se dio a conocer. Eso sí, entre sus reconocimientos este sitio ostenta hoy tres estrellas Michelin. Aunque posee muchísimos otros premios logrados en sus más de 20 años de vida (fue fundado en julio de 1994).
PURA SOFISTICACIÓN, PRECIOS ALTÍSIMOS. Ya de antemano sabíamos que las tarjetas de crédito debían tener suficiente saldo: el menú por pasos estándar, sin bebidas, asciende a US$ 310 por persona. Luego, si el comensal decide un opcional tal como figura en el menú, los valores pueden incrementarse sensiblemente.
Antes de seguir, dos consejos al viajero avezado que desee sentarse a la mesa de The French Laundry. Primero, ni se les ocurra llegar sin reserva y, además, tengan cuidado con la tenida: los varones mayormente visten traje oscuro y las mujeres, si bien no utilizan vestidos de noche, privilegian la sobriedad.
Al llegar a la puerta de la antigua casona donde funciona el restaurante, ninguna luz o letrero grandilocuente hace pensar que allí funciona uno de los locales gastronómicos más refinados del mundo. Al ingresar, un anfitrión al instante recibe a los recién llegados y, si la mesa está disponible, el comensal es escoltado hasta su sitio.
Y así comienza un show que incluye la presentación del menú por parte de uno de los maîtres del sitio, la elección del o los vinos (la carta es una tablet en la cual está instalada una aplicación muy interesante) y posteriormente, en la medida que se sirve lo ordenado, la coordinación en los movimientos de los camareros da más para pensar que se trata de una coreografía de baile.
Sobre los vinos vale destacar que en la carta están las más importantes referencias del mundo tanto en vinos tranquilos, como en espumosos y encabezados. También los destilados tienen un protagonismo importante. ¿Los precios? Las botellas van de los 50 dólares a los 29.000 (sí, leyeron bien esta última cifra).
La ambientación privilegia la austeridad de ornamentos, la media luz y una música jazz muy suave y sugerente.
EN LOS PLATOS. Keller es un cocinero que privilegia los insumos de estación que puede obtener en su zona. Es por ello que, si bien hay un menú base, el mismo puede tener alguna variación. Diariamente, el interesado en acceder al local puede bajar el menú en formato PDF con el servicio del día.
El menú del 22 de marzo, cuando el grupo de Paraguay cenó en el sitio, fue el siguiente:
ALGUNAS IMPRESIONES. Ya en el hotel, después de los 8 pasos del menú, más el amuse bouche y los bombones que acompañaron el café, comencé a pensar qué conclusiones sacaba tras zamparme un muy importante importe en una sola cena.
En principio, se me ocurre decir aún a riesgo de parecer un blasfemo de la gastronomía, que esperaba mucho más de The French Laundry. Aclaro, los tiempos y la calidad del servicio fueron impecables, al igual que cada uno de los platos que llegaron a la mesa. Todo estuvo correctísimo. Nada que reclamar en ese sentido.
Pero no hubo sorpresa. No tuve las explosiones sensoriales de Remy, el ratoncito protagonista de Ratatouille, cuando experimentaba sensaciones al combinar sabores. No salí tocando el cielo con las manos, como bien cabría esperar ya que estuve sentado a la mesa de uno de los restaurantes que por años se ha mantenido entre la élite culinaria global.
Y cuidado, no soy un inconformista que a todo le encuentra el lado negativo: sí he tenido muchas experiencias superlativas en otros restaurantes menos famosos…
Y además, nos dejaron solos al momento de elegir los vinos: la casa no tiene sommelier, aunque parezca increíble.
Entonces, pese a todo, ¿valió la pena la experiencia? ¡Totalmente! Nos dimos el enorme gusto de conocer una de las cocinas más famosas del mundo. Y eso, sin dudas, ¡no tiene precio!
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