Por Alejandro Sciscioli
 
Siempre es buen momento para conocer una casa de vinos. Si esa bodega tiene su sede en la hermosa Cataluña, sin dudas que el atractivo se potencia. Y si encima de todo el sitio en cuestión es nada menos que Familia Torres, bueno, la oportunidad se transforma en algo así como tocar el cielo enológico con las manos. Por eso, cuando llegó la invitación para viajar a Barcelona y observar de cerca el trabajo de esta tradicional marca, no tardé ni un segundo en dar el sí correspondiente.
 
Todo comenzó con un correo electrónico enviado por la firma que importa y representa a Torres en el país invitando para Parawine, continuó con una experiencia inolvidable y finalizó con un retorno a toda orquesta pleno de vinos y novedades sobre los cuales escribir.
 
Sin embargo, el inicio tuvo su momento nerviosismo. Quien firma estas líneas confiesa que el simple hecho de subir a un avión lo pone cada vez más intranquilo, fruto de un turbulento viaje a Mendoza, ocurrido años atrás, “cortesía” de un muy intenso viento Zonda. Sin embargo, en esta oportunidad los dioses de los vientos obsequiaron dos impecables vuelos que permitieron llegar a destino rápidamente y sin incidencias que reportar. 
 
Tras el check in de rigor en el hotel en horas de la mañana y un par de horas de caminata en las inmediaciones del mismo durante la tarde, Josep Plana Montserrat, importante ejecutivo comercial de Familia Torres, pasó puntualmente por el establecimiento para ir a pie hasta La Vinoteca Torres, donde disfrutamos de una cena descomprimida junto a otros dos compañeros de viaje llegados desde Perú.
 
En verdad, el inicio fue realmente espectacular: el menú consistió en un piqueo típico con tapas varias (entre ellas el omnipresente “pan tumaca”, o pan con tomate, que nos acompañó durante casi todas las comidas) y una selección de etiquetas de Torres provenientes de varias regiones. El inicio fue con Cuvée Esplendor Vardon Kennett 2013 (maravilloso espumoso seco de método tradicional elaborado con uvas Pinot Noir, Chardonnay y Xarel•lo cultivadas en el Penedés); para los siguientes pasos cambiamos de continente, con Marimar Estate La Masía Don Miguel Vineyard Chardonnay 2017 (tremendo blanco fermentado y criado en roble, elaborado en California, puntualmente Rusian River Valley, por la casa de vinos de Torres en EEUU, bautizada con el nombre de Marimar Estate) y Marimar Estate La Masía Don Miguel Vineyard Pinot Noir 2014 (complejo, muy fresco y delicioso); mientras que para el cierre volvimos a España con el delicioso Secret del Priorat 2014 (vino dulce tinto elaborado bajo la DOCa Priorat, ensamblando Cariñena y Garnacha).
 
Finalizada la primera cita volvimos al hotel para el merecido descanso, pues la agenda del día siguiente estaba bastante cargada y el reposo era necesario.
 
 
SOBRE FAMILIA TORRES. Antes de continuar con el relato, bien vale hacer un pequeño resumen de qué es y qué significa Familia Torres para el sector vitivinícola en España. Sus orígenes como bodegueros datan del año 1870, siempre aunando tradición e innovación en la elaboración de vinos y brandis de prestigio. Arraigada en el Penedès desde hace más de tres siglos, ha contado históricamente con bodegas y viñedos en el Penedès, Conca de Barberà, Priorat y Costers del Segre.
 
Cada generación contribuyó al desarrollo del negocio y transmitió a la siguiente la pasión por la cultura del vino, la importancia de cuidar la tierra y buscar la excelencia. La cuarta generación, con Miguel A. Torres, introdujo el cultivo de la Cabernet Sauvignon en España, creando Mas la Plana en 1970, mientras que la quinta generación se centra hoy en la elaboración de vinos procedentes de viñedos singulares y fincas con historia, y en la recuperación de variedades ancestrales catalanas, así como también de otras regiones españolas y chilenas. 
 
Familia Torres está también presente con viñedos propios y bodegas en las principales zonas vinícolas españolas (Rioja, Ribera del Duero, Rueda y Rias Baixas), así como en Chile (con Viña Miguel Torres) y California (Marimar Estate). Es además miembro de Primum Familiae Vini, una asociación que integra doce de las familias centenarias elaboradoras de vino más prestigiosas de Europa.
 
COMPROMISO CON LA TIERRA. Tras el desayuno, Josep Plana pasó a buscarnos por el hotel para dirigirnos primeramente a Celler Waltraud y, luego, al centro de vinificación Mas La Plana, donde Bodegas Torres tiene su centro de visitas, ambos rodeados de un entorno de ensueño. 
 
El grupo fue recibido por Brenda Sánchez, brand ambassador, quien se encargó de brindar todo tipo de detalles sobre el trabajo de Familia Torres así como también de los vinos.
 
Brenda hizo especial hincapié al explicar de qué se trata Torres & Earth, programa medioambiental que nació con el ambicioso objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) por botella en todo su alcance, desde la viña al transporte final, entre otras aristas.
 
Por otro lado, Torres también desarrolla un programa de rescate de variedades ancestrales de vid que se creían perdidas tras la plaga de filoxera que asoló Europa en la segunda mitad del siglo XIX. A la fecha, 30 variedades fueron identificadas y recuperadas. Una de ellas, la Garró, fue la primera en ser incorporada a una de las etiquetas de la bodega, Grans Muralles, en 1996.
 
 
ENTRE CATAS Y UN MENÚ DE LUJO. Luego de una recorrida por Celler Waltraud y Mas La Plana, llegó el momento más esperado de la mañana, con la correspondiente cata de vinos. A las copas llegaron las siguientes etiquetas:
 
VIÑA ESMERALDA 2018 ROSÉ 2018 (DO Catalunya). La línea se pensó como una manera de expresar lo que es el Mediterráneo a través de vinos jóvenes y frescos. Proviene de viñedos con clima mediterráneo (inviernos suaves y veranos cálidos, pero no al extremo, con primaveras y otoños con algunas lluvias) y suelos calcáreos ricos en limos y piedra caliza, medianamente pobres en materia orgánica y buen drenaje al subsuelo. Se trata de un rosado de Garnacha Tinta con breve maceración y fermentación en acero inoxidable a baja temperatura. Es de intensidad aromática media, elegante, con notas a granada, frutilla y cereza, más un levísimo punto vegetal. Es seco, de acidez media +, cuerpo medio, sabores que repiten lo percibido en nariz, más toques suaves de durazno, final medio y alcohol bajo. Ideal para amenizar una tarde en la pileta. 
 
CAMINO DE MAGARÍN RUEDA DO 2018. La bodega donde se vinifica esta etiqueta se encuentra a 675 msnm. Los viñedos están sobre suelos arcillosos con mucha presencia de elementos cuaternarios. Clima atlántico con inviernos muy marcados y fríos, con posibilidades de heladas, y veranos extremadamente calurosos. Es 100% Verdejo con crianza de 4 meses sobre lías (entre 15% y 20% del vino, según la añada, reposa también en roble por 4 meses). Posee intensidad aromática media +, notas a durazno, banana y toques vegetales. Es seco, de acidez media, cuerpo medio +, leve untuosidad, sabores a durazno, cítricos (lima) y pasto; final medio. 
 
VIÑA ESMERALDA 2019 BLANCO (DO Catalunya). Se trata de un blend de Moscatel (80%) y Gewürztraminer (20%), con fermentación en tanques de acero inoxidable. Es de intensidad aromática media +, con notas a uva fresca, lichi, maracuyá, rosas, damasco, durazno fresco, más un toque  cítrico. En boca es seco (con suave punto dulce al inicio de boca), cuerpo medio +, untuoso, con sabores muy florales, alcohol bajo, final medio+. ¡Muy interesante!
 
ALTOS IBÉRICOS CRIANZA DOCa RIOJA 2016. La bodega donde se elabora esta línea se encuentra en La Bastida, Rioja Alavesa, donde destaca el clima continental (vale destacar que Rioja Alavesa tiene influencia atlántica, que dará más frescura). Los viñedos tienen entre 30 y 40 años, y se encuentran sobre suelos calcáreos con parte arcillosa y parte de canto rodado. Es 100% Tempranillo, con fermentación en acero inoxidable y crianza en roble americano (60%) y francés (40%) durante 12 meses, más 12 meses de guarda en botella. Este viejo conocido es de intensidad aromática media +, con notas a fruta roja y negra madura, ciruela madura, grosella, con muchas notas terciarias (chocolate, tostados, leve café, vainilla y un toque de caramelo). En boca es seco, de acidez media, alcohol medio +, taninos medio + (finos pero presentes), cuerpo medio +, sabores que repiten lo percibido en nariz, más algo de pimienta, final largo y agradable con restrogustos a té negro. Un campeón.
 
CELESTE CRIANZA DO RIBERA DEL DUERO 2017. Otro viejo conocido de las catas en Paraguay. Es elaborado íntegramente con Tempranillo Tiene una crianza de 12 meses en barrica (francesa y americana, 20% nueva) y 12 meses en botella. Es de intensidad aromática media y necesita tiempo para abrirse, se perciben notas a fruta negra, toques confitados y toques ahumados. En boca es seco, de acidez media +, taninos medio +, cuerpo medio +, con característica de sabor que repiten todo lo detectado en nariz (aunque predominan los tostados y el cacao), final largo con un toque de amargor.
 
PURGATORI 2016 DO COSTERS DEL SEGRE. Esta etiqueta es un proyecto nuevo de la nueva generación (la finca consta de 200 ha, con 50 de ellas dedicadas a esta línea. La propiedad se compró en 2009, casi en ruinas, con viñas prácticamente arrancadas. En la zona hay un clima continental y muy extremo, con inviernos muy fríos y veranos extremadamente secos y calurosos (con gran amplitud térmica). Se trata de un blend de Garnacha (40%), Cariñena (40%) y Syrah (10%), según la añada, variedades plantadas a 350, 450 y 550 msnm. Es de destacar que para las fermentaciones alcohólicas se utilizan tulipas hechas con la tierra de la la región. Posee 15 meses de crianza en roble francés. Es de intensidad aromática media +, con notas a fruta negra, pimienta, aromas que sugieren dulzor, algún leve punto floral y un suave dejo lácteo (esta añada tuvo 100% de fermentación maloláctica). En boca es seco, de acidez media +, taninos medio + (muy finos y elegantes), alcohol medio +, cuerpo alto, con sabores que repiten lo percibido en nariz (más alguna especia), final muy largo y agradable con toques terciarios (chocolate y caramelo). Un gran vino, sin dudas.
 
 
Finalizada la cata, raudamente nos dirigimos al almuerzo, que tuvo lugar en Mas Rabell, el restaurante Privado de Familia Torres, hermoso sitio que, en sus inmediaciones, se pueden apreciar hileras plantadas de vides ancestrales rescatadas por Torres, como Argemusa, Afartapobres y Negret de la Garriga, entre muchas otras.
 
En Mas Rabell disfrutamos de una increíblemente buena cata de aceites de oliva y vinagres, para luego vivir una estupenda comida de 4 pasos, en la que sirvieron Cordillera Chardonnay 2016 (del Valle de Limarí, Chile), Celeste Crianza 2017 y nos dimos el lujo de probar las añadas 1996 y 2015 de Mas La Plana, el Cabernet Sauvignon que es ícono de Familia Torres. Antes del café degustamos Floralis, un vino dulce elaborado a base de Moscatel y, finalmente, degustamos el Brandy Torres 20
 
Vale destacar lo vivo que se encontraba Mas La Plana 1996, un vino con más de 20 años y que todavía posee mucho tiempo más para evolucionar en botella. Me enamoré tanto del vino como de la añada.
 
La mejor parte del mediodía, no obstante, fue cuando el legendario Miguel Torres se acercó a saludar a los visitantes de Sudamérica y, de paso, se sentó con el grupo a conversar de forma amena de los temas más diversos. Nos sacamos la foto de rigor y le arrancamos una promesa: vendrá a la región en cuanto sea posible.
 
 
UNA MARCA DE PELÍCULA. Terminado el almuerzo nos dirigimos a otra bodega que es parte del grupo Torres, Bodega Jean Leon, bodega fundada en 1963 por un personaje muy singular que nació con el nombre de Ceferino Carrión Madrazo pero que adoptó el seudónimo de Jean León. Nació en Navarra, se crió en Barcelona y vivió en Francia, desde donde intentó en siete ocasiones llegar al continente americano viajando como polizón en barco, pero siempre lo descubrieron. La séptima fue la vencida y logra viajar a los EEUU. En Nueva York trabaja como lavaplatos y como taxista (utilizando la licencia número 3055), y luego va a Los Ángeles para trabajar en un restaurante. 
 
Tras pasar varias vicisitudes con el ejército estadounidense (debía cumplir servicio militar por haberse nacionalizado) consigue evitar ir a la Guerra de Corea y vuelve a Los Ángeles donde trabaja en dos restaurantes de moda, uno de ellos era Villa Capri, cuyo propietario era nada menos que Frank Sinatra. Pronto se convierte en uno de los ayudantes de más confianza de Sinatra, quien le enseñó a moverse en esos ambientes y donde conocería a muchas estrellas de la época dorada del cine, como Natalie Wood, Grace Kelly y James Dean, entre muchos otros.
 
Con Dean forja una entrañable amistad y, juntos, abren un restaurante justo enfrente de Villa Capri, llamado La Scala, que se inaugura en fecha posterior a la trágica muerte del actor. La Scala se convirtió en el lugar de encuentro de las celebridades más influyentes de Hollywood, de la música, de la política y de la sociedad del momento. Tanto fue el éxito que le dio a Jean Leon la posibilidad de invertir en una bodega donde pudiera elaborar sus propios vinos. La zona elegida: su amada Cataluña, específicamente el Penedés. 
 
En 1994, a Jean Leon le diagnostican un avanzado cáncer de laringe y, tras rechazar interesantes ofertas, decide conferir su legado a la Familia Torres con la voluntad de dar continuidad a la bodega que él había fundado y mantener la personalidad e identidad de los vinos que llevan su nombre.
 
Y por supuesto que hubo cata: 3055 Chardonnay 2019, 30500 Rose (100% Pinot Noir), Jean Leon Vynya Gigi Chardonnay 2017, 3055 Tinto 2018 (65% Merlot y 35 Petit Verdot), Vynya Le Havre Reserva Cabernet Sauvignon 2013 (85% Cabernet Sauvignon y 15% Cabernet Franc) y Vynya La Scala Gran Reserva Cabernet Sauvignon 2013.
 
La jornada terminó con una descomprimida cena en el restaurante Cachitos Diagonal de Barcelona, donde el menú de tapas ganó por aclamación (e incluyó unas fresquísimas ostras). A las copas llegó el delicioso Waltraud Riesling 2018, que acompañó a la perfección la comida diestramente seleccionada por Plana.
 
 
ENTRE LICORELLAS Y LADERAS. El plan de esa última jornada en Cataluña era para entusiasmar a cualquiera: ir hasta el corazón de la denominación de origen calificada Priorat, conocer la bodega de Torres en la zona y, por supuesto, catar sus vinos.
 
Este servidor sabía de la extraordinaria calidad de los vinos. No obstante, quería observar in situ lo que había estudiado en su curso de sommelier: las peculiares laderas del Priorat, con sus quebradizas licorellas. La piedra pizarra, también llamada licorella, crea terrenos pobres y poco fértiles que contribuyen a un menor vigor de las cepas, lo que se traduce en cosechas de reducida cantidad pero de alta calidad. La piedra licorella tiene la propiedad de actuar como reguladora de la temperatura, absorbiendo calor durante el día y refractándolo durante la noche.
 
Tras pasear por el viñedo, tocar y hasta romper algunas licorellas, pasamos a la cata. La misma transcurrió en una sala con una impresionante vista de las colinas. Un sitio pleno de paz, equipado con muy cómodos sillones que permiten disfrutar del paisaje.
 
La DOCa Priorat tiene unas 6.000 has. de superficie, y Torres cuenta allí con aproximadamente 100 has. Probamos dos vinos, Salmos (la primera cosecha elaborada en esa bodega data del año 2007) y Perpetual, ambos elaborados a partir de Garnacha, Cariñena, Syrah, con la salvedad que en el segundo vino hay más Cariñena (de viñedos más antiguos).
 
SALMOS 2016 DOCa PRIORAT. Se trata de un blend de Garnacha 60%, más Cariñena y Syrah (los porcentajes cambian año a año). Cuenta con aproximadamente 14 meses de guarda en barricas francesas. Sorprende por su color de intensidad profunda. Es complejo, con intensidad aromática media (aunque la misma va creciendo cuando se oxigena); se perciben notas a fruta roja y negra maduras, especias, así como notas terciarias muy elegantes (especialmente cacao); en la medida que se airea crecen las notas a fruta roja. En boca es seco, de acidez media +, taninos medio + (para nada agresivos, carnosos y muy sedosos), alcohol alto, cuerpo alto, final muy largo y placentero donde se perciben en retronasal notas frutales, con algunos puntos lácteos y recuerdos terciarios. Muy bien integrada la madera. ¡Tremendo!
 
PERPETUAL 2016 DOCa PRIORAT. El nombre está relacionado a cuestiones religiosas y también porque es un gran vino de guarda. Es criado en roble francés por un poco más de tiempo que el Salmos y con mayor porcentaje de madera nueva. Como se explicó más arriba, es un blend que lleva las mismas uvas, pero con más Cariñena (vieja). Enamora por su color intensidad profunda. En nariz presenta una intensidad aromática media (también crece mucho a medida que se oxigena al igual que las características frutales), con notas a fruta negra, mermeladas, especias, pimienta negra, algún toque lácteo muy ligero y balsámicos. En boca es seco, de acidez media a media +, taninos altos (robustos y presentes, pero elegantes), alcohol alto, cuerpo alto, intensidad de sabor alta con características similares la nariz, con un final muy largo que recuerda a notas terciarias (cacao y licor de chocolate). Muy bien integrada la madera. ¡Excelente! Aunque muy joven aún.
 
 
DEL PRIORAT A CONCA DE BARBERÁ. El castillo de Milmanda formaba parte de una ruta de fortificaciones medievales que daban cobijo a los cristianos en tiempos de reconquista (su función primordial era defender el monasterio de Poblet, un poblado cercano). Con el siglo XII llega la paz a estas tierras y con ello se reinicia el cultivo de la vid. Al pie de este castillo la Familia Torres cultiva hoy la variedad Chardonnay, con cepas cultivadas en 1981, 2016 y 2017. 
 
Así, desde el Priorat partimos raudos hacia la provincia de Tarragona para conocer Milmanda y catar sus vinos.
 
El proyecto Milmanda comienza a mediados de la década de los 80, en la DO Conca de Barberá, y si bien está dedicado íntegramente a la Chardonnay, en esta denominación de origen nacen otros vinos de Torres.
 
SONS DE PRADES 2018 DO CONCA DE BARBERÁ. Nace como un segundo vino de finca, en Milmanda. Su nombre hace referencia al campanario del monasterio cercano y al sonido del campo. Se elabora a partir de cepas jóvenes de Chardonnay. El 70% fermenta en tanques de acero inoxidable y el resto en barrica, aunque la crianza en madera es breve. De intensidad aromática media, destaca la tipicidad de la Chardonnay, con notas a durazno, leves toques a miel, algo lácteo y floral, más muy ligeros puntos a vainilla. En boca es seco, de acidez media más, cuerpo medio, con características de sabor  a durazno, notas minerales y cítricos, final medio +. ¡Muy interesante!
 
MILMANDA 2016 DO CONCA DE BARBERÁ. Es niño mimado de la zona: las uvas provienen de 15 hectáreas especialmente preseleccionadas. Es fermentado y añejado en barricas de roble durante 12 meses (el 50% del vino es sometido a fermentación maloláctica). Es elegante, de intensidad aromática media (la nariz es muy sugerente y deliciosa), con notas a durazno maduro, miel, más toques florales. En boca es seco, de acidez alta, cuerpo medio +, untuoso, con intensidad de sabor alta y características de sabor que repiten lo percibido en nariz, más damasco maduro; su final es largo y muy placentero. Es de destacar que la madera está muy bien integrada y equilibrada. ¡VINAZO! (Así, con mayúsculas).
 
GRANS MURALLES 2015 DO CONCA DE BARBERÁ. Este vino de finca, que debe su nombre a las murallas que protegían el monasterio de Poblet de las guerras y los mercenarios, es un blend tinto que ensambla Garnacha (en mayor proporción), más Cariñena, Monastrell, Querol y Garró (estas dos últimas, cepas ancestrales recuperadas por Torres). Tiene 18 meses de crianza en roble francés nuevo. De intensidad aromática media, en nariz se perciben aromas a fruta negra, mermeladas, ciruela pasa, pimienta negra, chocolate y algún punto licoroso (cuando se oxigena aparecen notas florales). En boca es seco, de acidez media +, taninos elegantes y finos, alcohol medio +, cuerpo alto y final muy largo, con notas retronasales que remiten a la fruta negra madura y características terciarias (en especial chocolate y caramelo). Madera muy bien integrada. ¡Excelente!
 
Terminada la visita nos dirigimos al restaurante El Moli de Mallol, en Poblet, donde nos dimos una maravillosa panzada con calçots (variedad de cebollas tiernas, alargadas y poco bulbosas, similares a nuestra cebollita de hoja), que se asan y se sirven con salsa romesco. Para su correcta degustación nos calzamos delantales (para no manchar la ropa) y guantes plásticos, ya que esta delicia típica de la gastronomía catalana se come con las manos. ¡Increíble experiencia!
 
DESPEDIDA EN EL PUERTO. Para la despedida, nuestro anfitrión eligió un restaurante muy típico, La Barceloneta, ubicado en la zona portuaria de la ciudad. Allí, el menú incluyó una deliciosa variedad de platos con mariscos, incluyendo navajas, ostras, langosta y una tremenda paella repleta de bichos de mar, todo conveniente armonizado con Viña Sol 2019 y Fransola Sauvignon Blanc 2019 DO Penedés.
 
La velada se extendió y las conversaciones se perdieron en temas diversos, algunos ya alejados del mundo del vino. Por diversos aspectos no pude quedarme más días en Barcelona, como me hubiese gustado. Esta es una ciudad famosa no solamente por su arquitectura, sino que además es referente en todo lo relacionado a la enogastronomía. Entonces, una firme promesa surgió antes de ir a la cama, tras preparar las maletas del retorno (también concretado casi sin turbulencias, gracias a los dioses de los vientos): volveré a esta hermosa ciudad para comerla y beberla como corresponde. ¡Y claro, después escribiré los correspondientes reportes!