Por Alejandro Sciscioli y Daniel Fassardi

Cada primer viernes de agosto, el mundo alza sus copas para celebrar el Día Internacional de la Albariño, un homenaje a una de las cepas blancas más emblemáticas de la vitivinicultura atlántica. Originaria de Galicia, en el noroeste de España, esta variedad ha tejido su historia entre la bruma salina y los suelos graníticos de las Rías Baixas, su cuna indiscutible.

La Albariño es una uva que desafía tanto al viticultor como al enólogo. Su piel gruesa la protege de la humedad constante del Atlántico, pero también la hace propensa a rendimientos bajos y requiere de cuidados meticulosos para evitar enfermedades fúngicas. A pesar de estas dificultades, su adaptabilidad ha permitido su expansión más allá de Galicia, conquistando regiones vitivinícolas en Portugal, donde es conocida como Alvarinho. Allí es la reina de la denominación de origen Vinho Verde. Aunque además se cultiva en nuevos terruños, como Estados Unidos, Australia y Uruguay.

En la copa, la Albariño despliega un carácter vibrante y fresco. Sus vinos suelen exhibir un color amarillo pálido con reflejos verdosos, anticipando un perfil aromático dominado por notas cítricas, frutas de carozo como el durazno blanco y el damasco, y un sutil trasfondo de flores blancas y salinidad mineral. En boca, su acidez punzante y textura ligeramente untuosa se combinan para ofrecer un final largo y refrescante, una firma inconfundible de su origen atlántico.

En cuanto a las armonizaciones, la Albariño es una compañera natural de la cocina marina. Su frescura realza mariscos como ostras, almejas y mejillones, mientras que su mineralidad complementa pescados grasos como el salmón o la caballa. También se luce junto a ceviches, sushi y platos con influencias asiáticas, gracias a su capacidad para equilibrar sabores especiados y picantes. 

En el terreno de los quesos, su acidez corta la cremosidad de variedades suaves como el queso de cabra fresco, el brie o camembert, entre otros.

Lamentablemente, en el mercado no hay muchos embajadores vitivinícolas de esta cepa, aunque sí podemos asegurar que la mayoría es de muy buena calidad. Por ello, a continuación compartimos los datos de 8 etiquetas disponibles, todas imperdibles.

RAMÓN BILBAO DO RIAS BAIXAS. Elaborado bajo la denominación de origen Rias Baixas, este monovarietal de Albariño es una delicia total. Fragante, fresco y ligero, es siempre un enorme placer tener este vino en la copa. Un exponente muy típico que llega de la mano de un típico productor de Rioja que decidió salir de su DO para afrontar nuevos desafíos.

PAZO DAS BRUXAS RIAS BAIXAS. En 2012, la quinta generación de Familia Torres inició un proyecto vinícola en Rías Baixas con la elaboración de su primer albariño, al que bautizó con el nombre de Pazo das Bruxas, procedente principalmente de la subzona del Valle de Salnés. El catador percibirá todo lo que estos típicos vinos gallegos obsequian: nariz expresiva y frutal, más una boca muy fresca y ligera.

PAZO BARRANTES. Otro histórico productor de Rioja, Marques de Murrieta, que también cuenta con bodega y viñedos en Galicia (valle de Salnés, Rias Baixas). Un gran vino que tras la fermentación tiene una guarda de 3 meses sobre lías. Posteriormente se cría durante 6 meses (85% en tanques de acero inoxidable y 15% en barricas de acacia de 225 litros. Delicioso y muy gastronómico.

LA COMTESSE DE PAZO BARRANTES. El albariño más top de la bodega, también elaborado con uvas del Valle de Salnés. Fermenta en fudres de roble francés de 3.000 litros y luego pasa 12 meses en los mismos recipientes, de los cuales 3 está en contacto con las lías y, posteriormente, 12 meses en depósitos de hormigón. Se percibe muy complejo, muy fresco y con gran cuerpo. SI el anterior era descripto como un vino gastronómico, este lo es mucho más. Delicioso.

MARQUES DE VIZHOJA. Se trata del vino más famoso de esta bodega gallega, conocido como “el vino de la hoja de parra”. Se elabora con uvas tradicionales de la zona (es decir, con el protagonismo de la Albariño). En nariz se destacan las notas frutales, especialmente de manzanas y peras, con toques cítricos. En boca los sabores juegan en el paladar con una acidez equilibrada, dejando una sensación muy refrescante.

GARZON ALBARIÑO. Uruguay está realizando en los últimos años un trabajo excepcional con esta cepa, dando vinos que recuerdan a los grandes referentes gallegos. Un muy buen exponente presente en el mercado es este elaborado por Garzón, con uvas cultivadas en el departamento de Maldonado, bien al Este del país, cerca del Atlántico. Aromático y muy fresco, enamora desde primera nariz.

BOUZA ALBARIÑO. Otra gran bodega uruguaya que está sacando lo mejor de esta cepa para darla a conocer al mundo. Se trata de un blend de regiones cuyo producto final es único y cautivante. Las uvas provienen de viñedos propios de Bodega Bouza, ubicados en las regiones sur y este de Uruguay. En la región sur, los viñedos se encuentran en Las Violetas, Melilla y Canelón Chico, mientras que en la región este están en Pan de Azúcar y Punta Negra. Vinazo aromático y muy fresco que enamora paladares.

SOALHEIRO VINHO VERDE. Un Vinho Verde DOC de pura cepa elaborado por la bodega Soalheiro, a partir de uvas cultivadas Alvarinho en la subregión de Monção y Melgaço. Aromático, seco, de bajo alcohol, alta acidez y cuerpo medio, resulta ideal para tus aperitivos sean perfectos. ¡Muy rico!

AZEVEDO VINHO VERDE. Parte de la extensa cartera del gigante vinícola portugués Sogrape, Azevedo representa muy bien el estilo de esta famosa denominación de origen. Aromático y muy fresco, enamora desde el primer sorbo. 

En suma, el Día Internacional de la Albariño es más que una fecha en el calendario; es una oportunidad para redescubrir la esencia de una uva que captura el alma del Atlántico en cada sorbo. Un brindis que viaja desde los viñedos gallegos hasta las mesas del mundo, celebrando la frescura, la elegancia y la diversidad de esta joya blanca.