Finalmente, ayer llegó a su fin el certamen en el cual se definió al nuevo campeón mundial del noble oficio de sommelier, que se llevó a cabo en la ciudad argentina de Mendoza. Como lamentablemente nos resultó imposible asistir, a pesar de haber sido invitados a realizar la cobertura, compartimos a continuación íntegramente un artículo publicado esta mañana por la versión digital del diario porteño La Nación, firmada por el periodista Sebastián Ríos.

MENDOZA (De un enviado especial).- El sueco Jon Arvid Rosengren recibió hoy la copa de mejor sommelier del mundo, tras medirse con otros 60 colegas de 58 países que participaron del Concours ASI du Meilleur Sommelier du Monde Argentina 2016 que se desarrolló en esta ciudad desde el viernes último, y que hace unos minutos tuvo su final en el escenario del Teatro Independencia. Ahí Rosengren se midió con Julie Dupouy, de Irlanda, y David Biraud, de Francia. La Argentina, de la mano de Paz Levinson, obtuvo el cuarto puesto.

"Fue una sorpresa. La final fue muy dura", dijo tras recibir la copa de mejor sommelier del mundo este sueco de 31 años, que en 2010 y 2011 ganó el título de mejor sommelier de Suecia, y que en 2013 ganó el de mejor sommelier de Europa. En todo caso, no fue una sorpresa para los asistentes, ya que en la actualidad Suecia es uno de los países más destacados de la sommelerie mundial.

Aunque la ceremonia requería un riguroso black tie para para los varones, y vestido de gala para las mujeres, no fueron pocos los integrantes de las delegaciones extranjeras que expresaron sus preferencias a través de la ropa. Así, una integrante de la delegación japonesa ingresó a la platea del Teatro Independencia vestida con su kimono, para tomar asiento junto al resto de sus connacionales, reunidos en torno a una bandera de Japón desplegada sobre un par de butacas. Se ubicaban justo detrás de los franceses, distinguibles por la bandera que ocupaba ya no dos, sino cuatro asientos antes de ser prolijamente envuelta para el comienzo de la ceremonia. Banderitas de Noruega sobresalían del bolsillo de un señor de frac, mientras que una señorita no dudó en ingresar con un casco vikingo junto a su compañera que vestía una remera con la bandera sueca (debajo, seguramente, el vestido de gala).



Recién algunos minutos pasadas las 16, hora de comienzo de la final, Andrés Rosberg, presidente de Asociación Argentina de Sommelier (AAS) y principal responsable local de la organización del concurso en el país, junto con Gérard Basset, mejor sommelier del mundo 2010, dieron a conocer los nombres de los tres finalistas: Julie Dupouys (Irlanda), David Biraud (Francia) y Arvid Rosengren (Suecia). El resto de los semifinalistas eran: Paz Levinson (Argentina), Robert Anderssen (Suecia), Christian Jacobsen (Dinamarca), Heidi Mäkinen (Finlandia), Piotr Pietras (Polonia), Rassavkin Alexander (Rusia), Henrik Dalh Johansen (Noruega), Gareth Ferreira (Sudáfrica), Hiroshi Hishida (Japón), Elyse Lambert (Canadá), Raimonds Tomsons (Letonia) y Satoru Mori (Japón).

UN RESTAURANTE DE ESCENARIO. Cada uno de los tres finalistas debió atravesar una rueda de once pruebas, en las que se evaluó su conocimiento acerca del mundo de las bebidas y de la gastronomía, así como también su profesionalismo en el servicio habitual que ofrece un sommelier en un restaurante. De hecho, el escenario -en esta ocasión el del Teatro Independencia- se encontraba vestido con todos los elementos del salón de un restaurante: mesas con supuestos comensales (en realidad, miembros del jurado y personalidades de la sommelerie internacional), una barra de coctelería y una mesa central dispuesta con todos los elementos necesarios para el servicio del vino.

En una prueba, por ejemplo, cada participante contaba con ocho minutos para cumplir con la orden de la mesa: servir tres copas de Möet & Chandon Extra Brut (que no se encontraba disponible y obligaba al participante a ofrecer una alternativa coherente con el gusto del comensal) para tres personas y un martini extra seco para una cuarta. Otra prueba consistía en decantar y servir una botella magnum (1.5 litros) de un Tomero Malbec para una mesa de ocho comensales, pero también con trampa: antes de finalizar se la advertía que uno de ellos prefería determinado silvaner alemán, lo que obligaba en estirar los minutos que le quedaban para concluir la prueba en función de cumplir con la nueva demanda.

Entre las pruebas se contaban diferentes ruedas de cata a ciegas, en las que cada uno de los participantes se enfrentaba a copas con bebidas de todo tipo, desde un torrontés argentino hasta un bourbon norteamericano, con la tarea ya sea de decir de qué bebida se trataba (torrontés, salteño, cosecha 2014, era la primera de las muestras) o de describir sus cualidades organolépticas, en no más de tres minutos. Una dificultad adicional es que los participantes no podían hablar en su lengua madre durante la competencia.

Organizado por la Association de la Sommellerie Internationale (ASI) desde 1969, el Concours Meullieur Sommelier du Monde tiene como objetivo promover el intercambio profesional entre sommeliers destacados que se desempeñan en hoteles, restaurantes, bares, tiendas de vino y otros establecimientos vinculados a los vinos y la gastronomía. Esta edición es la primera que se realiza en la Argentina, que ganó su lugar como sede tras vencer a países de peso en esta disciplina, como Francia.

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