Por Daniel Fassardi
“La leyenda dice que hace muchos años rondaba en el valle de Maule, un toro negro, lustroso que lucía magnífica y humildemente lindos cachos (cuernos) de oro. Al pasear por los viñedos iba dejando atrás una huella de fertilidad y abundancia. Lo que él no sabía y solo años más adelante los campesinos descubrieron, es que este toro tan especial había hecho un milagro. La tierra se había transformado en el mejor terroir y ahora producían las mejores uvas dando origen entonces a esta leyenda de fertilidad y humildad. Hasta el día de hoy algunos campesinos dicen divisar a lo lejos el brillo de sus cachos entre la niebla maulina”.
Con esa interesante historia me encontré en el sitio web de la bodega chilena Leyendas de Familia al buscar datos que me ayuden a comprender mejor al vino Cachos de Oro, que mi querida S., recurrente cómplice de aventuras enogastronómicas, tuvo a bien aportar para un descorche dominical.
Al hacer mis notas para esta web lo usual es que cuente primeramente mis impresiones sobre un vino en particular, y posteriormente algún dato adicional sobre el mismo que pueda resultar de utilidad al lector que desee realizar un descorche similar. Pero en esta oportunidad me pareció más pertinente iniciar el relato por el lado casi literario que dio origen al nombre de la etiqueta, y luego continuar con la parte práctica.
Al ver el sitio web de la viña observé que los nombres de las etiquetas están relacionados con alguna leyendo, lo que a su vez va en consonancia con la denominación de la viña. Qué se yo, llámenme sensiblero, pero me gustó la idea.
EN LAS COPAS. Lo concreto es que, como ya anticipé, me encontré probando un vino cosecha 2013 cuyo nombre debe al legendario toro de cuernos dorados que riega abundancia en las ahora, al menos para mí, míticas tierras del Valle del Maule.
El escenario de la degustación fue un lugar distinto al que solemos encontrarnos con S. cada vez que catamos. Esta vez fuimos a una parrilla perdida en el centro de la ciudad, un sitio con cero glamour pero con muy buenas carnes servidas en el punto exacto. Por ello, llevamos nuestro vino y pagamos el descorche, como debe ser.
¿Con qué nos encontramos? Con un ensamblaje muy interesante, mitad Cabernet Sauvignon, mitad Carmenere. Su color se percibe rojo rubí intenso y brillante. En nariz parecen claros aromas a fruta roja madura, más especias, fruta confitada e higos secos; al mismo tiempo, aunque en su ficha técnica no se especifica tiempo de guarda en madera, esta se percibe por presencia de notas tostadas y algo de vainilla. En boca, finalmente, se percibe con una buena acidez, taninos maduros pero presentes, buen cuerpo y largo final.
Con las carnes, sin dudas, quedó espectacular.
Y ahora, mientras termino estas líneas, vuelvo a imaginar al bravo toro de pelaje negro y cuernos de oro, derrochando vida y bendiciones de fertilidad en ese bello rincón vitivinícola chileno, ubicado a unos 250 km al sur de Santiago.
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