Por Alejandro Sciscioli
Para un periodista, estar en el momento indicado y en el sitio correcto significa conseguir entrevistas interesantes. Muchos colegas lograron, en los sitios más insólitos, conversar con referentes de los más diversos ámbitos, dejando en claro que el comunicador no descansa ni siquiera cuando está pasando momentos muy placenteros.
En noviembre del 2011 me encontraba en Mendoza, disfrutando por tercer año consecutivo de la Degustación Anual de Santa Julia, un encuentro multitudinario en el cual miles de personas se reúnen para disfrutar, en ocho horas maravillosas, lo mejor del vino producido por esa bodega.
Era el penúltimo día de estadía. Ya habíamos realizado paseos de todo tipo, cortesía de Familia Zuccardi, empresa madre de Santa Julia. Aún así, el grupo de visitantes de Paraguay se encontraba nuevamente en la bodega, conociendo las instalaciones y realizando las últimas compras.
Fue así que, luego de dos días de insistencia, conseguí robarle a Sebastián Zuccardi los minutos suficientes como para poder esbozar estas líneas.
ATREVERSE A MÁS. La charla se desarrolló en una sala de arte que tiene la empresa, justo al lado de la tienda donde los turistas comprar sus recuerdos. Un aspecto que me llamó la atención fue el notable cambio de semblante del joven wine maker de la bodega: en las charlas informales es una persona muy afable, pero cuando se enciende el grabador se nota una timidez que uno no esperaría encontrar.
Con 31 años, Sebastián se mantiene fiel a los valores familiares y sigue el camino que trazaron sus padres, aunque tampoco teme tomar atajos para concretar sus proyectos. “Desde el inicio de esta empresa, a partir de los trabajos que hacía mi abuelo, siempre tomamos como natural eso de atreverse a hacer cosas buenas y sobre la cuantía que tiene la innovación”, destacó primeramente, mirando seriamente a este cronista con sus transparentes ojos azules, los mismos que seducen a cuanta dama se encuentre cerca suyo.
Pero además, recalcó, Zuccardi es una empresa familiar en un muy amplio sentido: cada miembro de la familia tiene una función específica dentro de la firma, al igual que cada miembro de la organización, quienes son vistos, percibidos y tratados como partes imprescindibles de ese gran todo.
Sebastián habla con mucho orgullo de las enseñanzas que recibió y de los valores transmitidos. “Mientras menos prejuicios tengamos, más innovadores podemos llegar a ser, porque seremos capaces de desafiar algunos límites; eso es algo que me enseñaron desde la cuna. Están las personas que se rehúsan a moverse de su molde y otras que luchan para salir a flote”, sostuvo. Por ello, asegura, no le teme a los desafíos ni a los retos que se le presentan, porque eso es su vida.
Pero claro, no podemos estar con un hacedor de vinos sin preguntarle lo que esa bebida significa para él. “Es parte de mi existencia, de mis relaciones, de mi familia, tiene un montón de cosas que hacen que esto sea mi actividad principal”.
CULTURA DE TRABAJO. Otro aspecto que llama la atención es la profunda cultura del trabajo que se observa como la gran premisa en todos los miembros de la familia. “La mayoría de las personas trabaja para ganar dinero, pero yo lo hago por placer. Me motivo por otras cosas, no lo hago por la plata o los aplausos; hago esto porque, como dije, es parte de mi vida y los desafíos lo mantienen vivo a uno. Todos los proyectos que surgen son como mis hijos”, explicó.
Sebastián es ingeniero agrónomo y siguió esta carrera porque realmente le gustaba. Luego dedicó un poco de su tiempo a viajar por el mundo, para adquirir experiencias. Pero el gran paso al universo de los vinos ocurrió cuando, en la universidad, tuvo que decidir entre estudiar agronomía o enología: eligió la primera opción porque entendió que la calidad del vino viene del viñedo, y que “es mucho más fácil pasar con buenas vides a la bodega”.
A su criterio, la formación académica es muy importante, “pero tiene mucho que ver lo inquieto que uno sea en lo que le gusta y el tiempo que le dedica a esas actividades”.
Su primer impulso y el hecho que marcó definitivamente su presencia y estilo en la bodega fue la creación de Alma 4, la muy buena línea de espumantes que creó junto con otros tres compañeros de universidad. “Cuando yo empecé en la bodega y trabajé para crear Alma 4, fue una acción muy oportuna, porque en ese momento no se hacían espumantes. Ahora estamos haciendo muchas botellas de espumantes”, señaló Zuccardi.
LO QUE IMPORTA ES EL TERROIR. Uno de los objetivos de Sebastián y de Familia Zuccardi es hacer vinos que expresen una determinada zona, el clima y hasta las personas que habitan en ese lugar. Hacer esto no es nada nuevo, dijo, ya que es exactamente lo que hacían los viejos productores mendocinos. “Se vuelven a aplicar viejos conceptos que ya tienen resultados garantizados, buscando lograr vinos más puros, más nobles, que conjuguen todo lo que está en el entorno”, señaló.
Muchas personas suelen preocuparse por tomar el mejor vino, algunos críticos suelen determinar qué etiqueta es superior a otra. A Sebastián no le inquieta hacer “el mejor vino”, porque según él, eso no existe. Más bien se preocupa por crear un vino que la gente pueda recordar y que genere emociones cuando son degustados.
“Actualmente estoy con más proyectos que con plata y tiempo, pero eso es muy sano. La idea es seguir comprando fincas en diferentes lugares de Mendoza, pero no en miles de hectáreas, sino que en 20 o 30 hectáreas, porque el objetivo es buscar diferentes terroir. Además hay miles de cosas que queremos mejorar: estamos armando un nuevo restaurante (ya inaugurado, dedicado al aceite de oliva), hay cosas nuevas en la destilería, en la parte de los aceites de oliva, pero todas estas cuestiones nos fortalecen y nos impulsan a seguir", indicó.
Para Sebastián el futuro del vino en Mendoza es el terroir. “El Malbec es una variedad que va ser plantada en todo el mundo; entonces lo distintivo tiene que ver con la región donde es cultivada, eso es único e irrepetible. Entonces más adelante, lo principal ya no será comunicar la variedad sino las zonas donde se produjo el vino”, destaca.
EMMA, EL NOMBRE DE UN GRAN VINO. Emma Zuccardi es la madre de don José Alberto y la abuela de Sebastián. Y su figura es tan importante para la familia que, el primer vino con la firma de Sebastián en la bodega, se llama Emma.
Se trata de un producto premium, elaborado con uvas Bonarda, ubicado entre el rango de las líneas Q y Z (que es el ícono). Tuve el placer de degustarlo durante el evento anual que me llevó a Mendoza. ¿Qué me pareció? Tiene todo lo que un gran vino necesita para sobresalir: su color es de un rojo rubí muy vivaz y brillante; tiene mucha fruta fresca en nariz, con notas dulces a frutillas; en boca es una fiesta, con gran entrada y frescor, acidez equilibrada, muy frutado, dulzón y un muy buen final.
¿Cómo lo hizo? Trabajando en equipo con agrónomos, técnicos y enólogos en viñedos que plantó su padre hace 30 años. "Emma tiene mucha personalidad, estos son los vinos que quiero hacer yo".
Para Sebastián Zuccardi, el terroir es todo
Con apenas 31 años es el joven wine maker de la bodega familiar que lleva su apellido. Hizo del vino su medio de vida y lleva adelante la tarea con la misma pasión que don José, su padre y líder del clan. Mientras, sus primeros hijos enológicos, los espumantes Alma 4 y Emma Bonarda, ya dan mucho que hablar.
Abril 20, 2012