Por Alejandro Sciscioli

No importa qué, cuándo o dónde. Los momentos placenteros quedan grabados en la memoria de un modo indeleble. Digo esto porque, hace apenas un par de días atrás, en medio de una cata para la revista HC Gourmet, volví a encontrarme en la copa con un espumante con el que viví situaciones que hoy, a casi 20 años, resultan todavía inolvidables.
Este amigo con burbujas se llama Mumm Extra Brut, un verdadero compañero de trasnoches y cómplice de andanzas juveniles vividas en aquellos años locos, en los cuales me tocó transitar por la Buenos Aires del uno a uno con el dólar. Sí, bellísimos instantes de grupos armados, copas en mano, para asaltar cuanta botella de Mumm se pusiera ante nosotros.
Hoy, con menos pelos en la cabeza e infinitas más canas, un poco por nostalgia y otro poco la gran calidad del producto, decidí que sería bueno hablar de él en esta columna sabatina.
Cuando supe que estaba en la lista de los vinos a degustar, una sonrisa instantáneamente se dibujo en mi rostro. Fue muy lindo, entonces, vivir el instante previo al descorche, oír el “pum” y ver cómo las burbujas, alocadas, saltaban en la copa.
Y claro, tras sentir los aromas, en el preciso instante del primer sorbo, una serie de recuerdos se agolparon. Por un instante, creí estar nuevamente en el pub de mis desvelos, yendo personalmente a la heladera para sacar la botella favorita.

MUCHAS BURBUJAS. Un detalle que me llamó poderosamente la atención en la cata fue la gran cantidad de burbujas que estallaron en la copa y su gran persistencia. Luego, en la medida que pasaba el rato, las burbujas que en principio eran de un tamaño medio se iban afinando sin que se perdiera el frenético ritmo del principio.
Su color es amarillo verdoso con leves reflejos dorados; en nariz es fresco, ligeramente floral, mantecoso y con un dejo a pan tostado; en boca, finalmente, me topé con un espumante de acidez equilibrada, fresco y algo meloso.
Luego de ese primer sorbo (y tras la catarata de recuerdos) reparé en que este espumante no parece en absoluto un Extra Brut, ya que se percibe un cierto dulzor en boca, factor que lo transforma en un producto enigmático y elegante.
Busqué en la etiqueta mayores datos que explicaran esa sensación, pero solo encontré con que ha sido concebido a partir de uvas Chardonnay y Pinot Noir. También observé que fue elaborado bajo la supervisión de la francesa Maison H. G. Mumm de Reims.
Sin querer tomarme las atribuciones de un sommelier, se me ocurre que este Mumm puede ser el gran protagonista de un aperitivo exitoso, una entrada a base de salmón y salsas suaves e, incluso, el compañero de un postre suave a base de frutas frescas.

NOSTALGIA. Luego de este encuentro cercano con una parte importante de mi historia, me prometí que volvería al supermercado para comprar algunas botellas de este querido amigo espumante que me ayudará a celebrar mejor las noches festivas de fin de año que están cada vez más cerca.
Estoy seguro de que, nuevamente, al sentir ese viejo/nuevo sabor en mi paladar, me reencontraré con cada uno de los amigos de carne y hueso con los que, Mumm mediante, hicimos vibrar a la Reina del Plata.

(Artículo publicado en la página 36 del diario Última Hora de Asunción el día 10/12/11)