Por Alejandro Sciscioli
Uno de los protagonistas más pintorescos de la movida gastronómica de Asunción, sin dudas, es Jean-Philippe Bierre, copropietario y cara visible de La Parisienne Bistró. Su característico acento francés y su personalidad sin filtro, a pura sinceridad, hacen que nunca pase desapercibido sin importar dónde se encuentre.
Esa manera de ser y su amplio conocimiento sobre el vino en general y el mundo vitivinícola francés en particular motivaron que sienta hacia él una gran simpatía. Por ello recibí con gran alegría la convocatoria para presentar en una cena los vinos de Marques de Casa Concha, que serían armonizados con platos pensados por el propio Jean-Philippe.
Al encuentro, desarrollado a mediados de agosto pasado, me presenté puntualmente para iniciar la experiencia, que comenzó exactamente al momento en que los comensales fueron llegando. Es que a diferencia de otros sitios, en La Parisienne las cenas maridaje se desarrollan sin esperar que todos las personas que reservaron estén sentadas a la mesa, sino que va fluyendo respetando los tiempos del público.
Así, fui acercándome varias veces a las distintas mesas para ir explicando los vinos que iban llegando a las copas. Tal metodología de trabajo me parece interesante: no es necesario ponerse a los gritos para las presentaciones y, además, permite construir una relación estrecha con el comensal, que siempre tiene alguna consulta que realizar.
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EL MENÚ. Las armonizaciones previstas para esa noche fueron las siguientes: Arrollado de tilapia y verduras crocantes, acompañado de Marques de Casa Concha Chardonnay; Lomito a las dos salsas, con papas salteadas y espárragos, con Marques de Casa Concha Carmenere y Marques de Casa Concha Syrah; y Sablé de chocolate, con Marques de Casa Concha Cabernet Sauvignon.
Los vinos, como cada vez que me tocó presentarlos, estuvieron a la altura de lo esperado, elegantes y equilibrados. Los comensales, tal cual lo esperado, se distinguieron por su curiosidad. La comida, finalmente, también se merece los elogios de rigor, por llegar a la mesa en su punto exacto.
Una vez concluida la velada, el broche de oro llegó en la terracita del bistró, donde el anfitrión sacó algunas joyas de su colección particular de espirituosas. Aunque claramente ese es otro tema.
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