El 17 de abril, Argentina celebra internacionalmente a la Malbec, cepa que se transformó en insignia de viticultura de ese país debido a que se adaptó de modo excepcional a sus diversos terruños. El por qué de la fecha y la historia particular detrás de este suceso mundial fue contado por la viña chilena Viu Manent, que inspirándose en un material elaborado por la entidad Wines of Argentina elaboró y alzó su web un muy buen y completo artículo, que reproducimos íntegramente a continuación.

La expansión del Malbec por el mundo, fuera de Francia, iniciada en el siglo XVIII hacia el este, se completaría en la centuria siguiente, hacia el oeste, para llegar al Cono Sur de América: en efecto, en las décadas de 1840 y 1850, las cepas de Malbec se comenzaron a cultivar en las Quintas Normales de Santiago de Chile y Mendoza.

El Malbec llegó a Chile en la década de 1840. En el marco de la apertura política y cultural generada a partir de la Independencia, la clase dirigente chilena comenzó a mirar hacia Francia con creciente interés, con ambiciones de superación. En este contexto, uno de los aspectos que se procuró incorporar, fue la vitivinicultura francesa, incluyendo sus cepas y sus técnicas de elaboración del vino. En este contexto vendrían a Chile especialistas franceses, como René Lefevre, Claudio Gay y Michel Aimé Pouget, los cuales motorizaron importantes cambios en la vitivinicultura nacional, acentuando las tendencias francesas (Briones, 2006). Junto con ellos, hubo también otros franceses que realizaron aportes significativos. Y sus propuestas se difundían a través de las nuevas instituciones creadas, precisamente para tal fin, como la Sociedad Nacional de Agricultura (fundada en 1838) y la Quinta Normal de Santiago (1841). En estas condiciones se produjo la llegada de las cepas europeas al suelo chileno.

“Ya en 1845 un francés residente en Chile, Nourrichet, había introducido cepas de su país de origen en el predio de otro francés, Vigoroux, dueño de la Viña La Luisa, que fue incorporada a la Quinta Normal. En 1848 Pierre Poutays, también francés, crea la Villa La Aguada, que abandonara en 1856 para organizar Santa Teresa, mucho más grande. Claudio Gay también había participado en este proceso, haciendo traer vides a la Quinta Normal” (Del Pozo, 1999: 70).

En el plano institucional, el espacio más importante de este proceso fue la Quinta Normal de Santiago. Fundada en 1841 por iniciativa del exiliado argentino, Domingo Faustino Sarmiento, su nombre se inspiraba en la Escuela Normal de París, donde se cultivaban distintas plantas, particularmente vides. La Quinta Normal de Santiago operó como una estación experimental, en el sentido de introducir nuevas especies y variedades de plantas europeas, adaptarlas a los suelos y climas americanos, y luego difundirlas en la región para mejorar la producción agrícola y agroindustrial. 

¿Y EN ARGENTINA? Mientras Chile avanzaba con sus instituciones y sus innovaciones tecnológicas, la Argentina permanecía en una situación de estancamiento por problemas políticos. Después de la independencia, las provincias del Río de la Plata se hundieron en las guerras civiles durante varias décadas. No fue posible constituir un Estado nacional: por el contrario, el poder quedó fragmentado entre los caudillos de las distintas provincias que se combatían unos a otros. Cuando un ejército local invadía una ciudad, rápidamente se desencadenaba el pillaje y el saqueo. La infraestructura productiva, construida lentamente durante siglos de trabajo, se perdía de un día para otro. Muchos intelectuales y empresarios optaron por exiliarse, como Sarmiento, Tomás Godoy Cruz y otros. Predominaba un ambiente de crispación, en el cual la industria vitivinícola de Mendoza y San Juan sufrió un periodo de estancamiento y retroceso relativo.

Después de la caída de Rosas y la normalización institucional de la Argentina, se generaron las condiciones para recuperar el tiempo perdido. Sarmiento regresó a su país y promovió la fundación de la Quinta Normal de Mendoza. Siguiendo el modelo de Francia y Chile, esta Quinta Normal se propuso incorporar nuevas variedades de cepas, como medio para mejorar la industria vitivinícola nacional. Esta iniciativa fue acogida por el gobernador de Mendoza, Pedro Pascual Segura, y su ministro de gobierno, Vicente Gil. El 17 de abril de 1853 se presentó el proyecto ante la Legislatura Provincial, con vistas a fundar una Quinta Normal y una Escuela de Agricultura. La Cámara de Representantes abordó el proyecto y terminó por aprobarlo con fuerza de ley (Girini, 2006: 23-24). A partir de entonces se puso en marcha todo el proceso por el cual, después de su largo viaje por el mundo, el Malbec se arraigaba definitivamente en Mendoza, se propagaba por sus viñedos, se adaptaría a sus suelos y climas, tomaría fuerza en su nuevo terruño, hasta quedar en condiciones, un siglo y medio después, de volver a proyectarse hacia los mercados mundiales, fortalecido ahora con el vigor del nuevo mundo.

Una vez sancionada la ley, el plan se fue cumpliendo, paso a paso, pero con los tropiezos propios de un país que todavía estaba en un proceso de formación, es decir, con incertidumbre, problemas inesperados, subidas y bajadas.

La dirección de la Quinta Agronómica de Mendoza fue confiada al francés Michel Aimé Pouget (1821-1875). Titulado en la Sociedad de Horticultura de París, Pouget debió exilarse debido al golpe de Estado de Napoleón III. Para continuar con la práctica de su oficio, se radicó en Chile. Allí se desempeñó al frente de la Quinta Normal, como así también en haciendas particulares de Viluco y sobre todo, en Peñaflor, 40 kilómetros al oeste de Santiago, propiedades de don José Larrain Gandarillas. En la zona de Peñaflor había una importante tradición de esmero en los procesos de cultivar plantas frutales en general y vides en particular, como así también en la elaboración del vino con equipamiento signado por la higiene y el cuidado. En este espacio, don José Patricio Larraín llevó adelante un proyecto de innovación e incorporación de nuevas especies y variedades a la producción rural chilena.

Con estas experiencias, Pouget logró adaptarse a las costumbres y el ambiente natural y cultural del Cono Sur, a la vez que logró su objetivo de continuar con su oficio y promover la innovación agrícola regional. En estas condiciones recibió y aceptó la oferta del gobierno de Mendoza y se puso al frente de la Quinta. Pouget llegó a Mendoza en 1853, a los 32 años de edad, con los aportes de Quinta Normal de Chile, entre los cuales se destacaba “una gran carga de plantas y semillas que incluía cepas de varios tipos, como por ejemplo, Cabernet Sauvignon y Pinot Noir; una de ellas era la uva Malbec” (Beezley, 2005: 292).

Los antecedentes de Sarmiento en Chile, sobre todo la generosidad con la cual había servido a ese país, fueron la base para que la Quinta Normal de Santiago proveyera de las cepas francesas a la Quinta Agronómica de Mendoza. El historiador Maurín Navarro lo explica en los siguientes términos:

“Al solicitar Sarmiento al gobierno de Chile elementos para fundar la Quinta Agronómica de Mendoza, éste resuelve favorablemente y de inmediato su pedido de distintas variedades de plantas y semillas adaptables a la zona, las que sin demora son remitidas a Mendoza. Dicho envío se hace ‘considerando que el señor Sarmiento ha contribuido poderosamente a la formación de la Quinta Normal de Santiago, se resuelve entregarle todas las plantas que pida y desee remitir a Mendoza” (Maurín Navarro, 1967: 108).

El proceso de transferencia de plantas de la Quinta Normal de Santiago a la Quinta Agronómica de Mendoza, resultó, a la larga, decisivo para esta historia. Posteriormente, este esfuerzo se extendió hasta San Juan, donde también se creó una Quinta Agronómica. Bajo la protección política de Sarmiento, estas unidades lograron incorporar millares de plantas para avanzar en el proceso de renovación de la agricultura en general, y la viticultura en particular. En una carta de 1862, Sarmiento daba cuenta del silencioso camino recorrido. En este marco se produjo la incorporación de las uvas francesas a la viticultura argentina, particularmente del Malbec.

La gestión de Sarmiento, Pouget y las Quintas Normales de Santiago, Mendoza y San Juan fueron parte decisivas de este proceso. Hasta que, por fin, se logró poner en marcha el cultivo de estas variedades en tierras cuyanas, a pesar de todas las dificultades: “Desde el principio faltó el agua indispensable y la mano de obra prometida. Sin embargo, Pouget supo ingeniarse con su trabajo personal de labriego para salir airoso en la empresa, hasta que el yermo del Oeste tuvo la gloria de ver madurar el primer racimo de uva francesa” (Dragui Lucero, 1936: 32).

En el marco de las tradicionales crisis del Estado en Argentina y la discontinuidad de sus políticas públicas, en 1858 se produjo el cierre de la Quinta Normal de Mendoza, debido a problemas presupuestarios. No obstante ello, Pouget procuró dar continuidad al proyecto, mediante su propio emprendimiento particular, donde hizo experimentos para adaptar las cepas francesas. Mantuvo esta actitud con notable constancia hasta su muerte, el 29 de noviembre de 1875 (Draghi Lucero, 1936: 38).

IMPORTANTE. El presente artículo fue tomado de la página web de Viña Viu Manent. Para leerlo en su fuente original, clic acá.

---