Por Alejandra Gavigán
Bolivia no posee salida al mar. Pero sí cuenta con una vasta geografía en la cual la altura lo hace un sitio ideal para plantar diferentes uvas no muy comunes en otros mercados. A 1.700 msnm, el país andino elabora vinos de cepas blancas como Moscatel de Alejandría o Ugni Blanc, que resultan en vinos de muy interesante diversidad aromática y acidez muy alta. En contrapartida, los amantes de los tintos pueden degustar muy buenos Syrah o Tannat, que poseen colores muy profundos y aromas especiados.
Con estos someros datos vistos como preparación para la velada que me aguardaba, llegué puntualmente a la cita en el Wine Bar del paseo La Galería, donde los referentes de la importadora y tienda especializada Mr. Vino hicieron la convocatoria para degustar una serie de etiquetas del vecino país que muy pronto pasarán a engrosar su cada vez más diversa cartera marcas.
Comenzamos la noche con la bodega Kohlberg. Fue fundada en el año 1963, cuando don Julio Kohlberg Chavarría adquirió la propiedad "La Cabaña", y en forma artesanal comienza a elaborar vinos caseros de uvas provenientes de pequeñas y precarias plantaciones de vid, llegando a elaborar aproximadamente 15.000 botellas de vino al año.
Luego importaron uvas como el Cabernet Sauvignon, Malbec, Syrah y Ugni Blanc, más Barbera D’Asti, Pinot Blanco y Semillon de Mendoza, además de otras que les permitieron obtener mejores vinos e incrementar la producción.
Empezamos degustando un blanco de Ugni Blanc, Stelar 2016, de Tarija. Este vino proviene de un viñedo de 51 años y su cosecha es nocturna. Además pasa por barricas de roble francés por 4 meses, lo cual le añade un toque de elegancia. De color amarillo pajizo pálido, en nariz presenta notas a naranja agria, espárragos y pimienta blanca, su boca es punzante y redonda; tiene un toque de canela y minerales en el final.
Seguimos con otro blanco, DUO 2018, un blend de Chardonnay y Sauvignon Blanc de Bodega Aranjuez. Estas cepas se combinan en este blanco que se destaca por su frescura y delicadeza en armónica conjunción. El vino es amarillo pálido brillante, con notas a melocotón, maní tostado y flores, en boca se siente el gas carbónico residual y la cremosidad propia del Chardonnay, que da un vino de acidez balanceada y amable, ideal para los días calurosos de nuestro país.
Luego nos topamos en las copas con un Syrah 2016 de Bodega Kohlberg, extremadamente seductor por sus notas mentoladas y especiadas, menta piperita, clavo de olor y pimienta roja. En boca presenta taninos suaves aun habiendo pasado por roble francés. Lo que enamora de este vino es su retrogusto y acidez equilibrada, que pide a gritos tal vez un buen cordero o unos kebabs.
UN TANNAT DIFERENTE Y EXCEPCIONAL. La sorpresa de la noche fue el Tannat 2016 de Aranjuez. Aunque muchos no lo crean, esta etiqueta dejó a Uruguay en segundo lugar en el concurso al mejor Tannat del mundo en el 2013 y 2016, alzándose así con dos medallas de Oro.
La adaptación de esta uva francesa al suelo del viñedo de Santa Ana La Nueva, a unos 2000 msnm, se traduce en un sentir del terruño: un color granate exuberante exaltado por matices violáceos, casi negros. Evoca muchos aromas a frutos rojos y negros, notas a chocolate y vainilla. En boca deja un paso mentolado con taninos poco agresivos, muy diferentes al Tannat uruguayo, además de una acidez abundante.
De la misma bodega, catamos un monovarietal Tannar llamado Juan Cruz, que se llevó muchos premios y es considerado como uno de los mejores vinos de Bolivia. ¿Por qué el nombre? Es normal que los vinos de punta lleven los nombres de los fundadores de la bodega, pero en este caso, cuando se le consultó al respecto a Don Milton Castellanos, fundador de Aranjuez, el motivo del nombre de la etiqueta, él replicó: “El vino no es obra de una sola persona, sino el resultado del esfuerzo y dedicación de todos”, por lo cual lleva el nombre del primer trabajador de la bodega que hasta hoy día acompaña todo el proceso de la misma.
Este Tannat es un un vino complejo y estructurado, que desde la viña se concibe de modo especial y luego de su vinificación, permanece al menos 12 meses en barrica de roble y otros 12 meses dentro de la botella antes de su comercialización. En nariz aparecen frutos negros, vainilla y chocolate, y en boca se presenta untuoso y persistente en el final. Un vino complejo pero, al mismo tiempo, amable al ser bebido.
Sin más preámbulos llegamos a bodega Concepción con un blend de Cabernet Sauvignon Merlot y Syrah: Infinitum 2016. Elaborado con uvas cultivadas a 1750 msnm, este vino nos cuenta que el infinito realmente existe. Su color rojo teja encanta, al igual que sus aromas a frutos rojos en compota con algunos toques de especias y los sabores nunca terminan; posee taninos sedosos y acidez marcada.
Para terminar la noche brindamos con un Bicentenario Gran Reserva, otro hito del país andino, emblema de Tarija. Este blend Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah conmemora la independencia de la hermana república con un color rojo rubí intenso, taninos sedosos, de sensación ahumada, marcado por el paso en madera y su final corto pero fuerte.
Definitivamente, esperamos que estos vinos puedan llegar a sus copas pronto. Son en verdad muy recomendables.
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